Los orígenes de la participación urbana de la militancia católica femenina (1912-1920)

Acción Devocional
Acción educativa
Catequesis
Educación de la Infancia
Educación Obrera
Toma de Decisión

En 1912 se fundó la Unión de Damas Católicas Mexicanas como parte de la movilización de las redes eclesiales que se instrumentaron para la promover la participación de la Iglesia en la política revolucionaria. Aunque se fundó como una organización con fines filantrópicos, las Damas – como se les conocía coloquialmente – fueron capaces de

Mujeres entregan alimentos a enfermos

Mujeres entregan alimentos a enfermos

En 1912 se fundó la Unión de Damas Católicas Mexicanas como parte de la movilización de las redes eclesiales que se instrumentaron para la promover la participación de la Iglesia en la política revolucionaria. Aunque se fundó como una organización con fines filantrópicos, las Damas – como se les conocía coloquialmente – fueron capaces de desarrollar una acción pública y política que tuvo una presencia importante en la ciudad de México pese al proceso revolucionario que marcó las primeras décadas del siglo XX mexicano.

Las Damas se fundaron bajo el auspicio del Arzobispo de México José Mora y del Río durante la presidencia de Francisco I. Madero quien permitió la participación política de grupos que, durante el periodo del porfiriato, habían quedado fuera de la esfera pública como fue el caso de la Iglesia Católica, cuya participación política se venía mermando desde el proceso de la Guerra de Reforma.[1] Así, la Iglesia se propuso participar en las elecciones federales  y fundó bajo el el Partido Católico Nacional (PCN)[2], pero además, promovió la formación de organizaciones compuestas por hombres y mujeres católicos quienes buscarían defender los intereses de la Iglesia en la arena pública, como fueron los Caballeros de Colón, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y, por supuesto, la Unión de Damas Católicas Mexicanas.

En el Reglamento de la organización, el Arzobispo de México indicaba que las mujeres católicas debían convertirse en un “instrumento de la providencia para conservar y fomentar todo lo que es católico en nuestra querida patria”,[3] es decir, las mujeres adquirieron la función expresa de sostener la fe católica en todos los rincones y mediante todas las formas posibles, por tanto, se recomendaba usar herramientas como «el dinero» o «la política» para lograr los fines que la Iglesia se planteaba: participar en política  a fin de mantener la fe católica como principal arma moralizadora de la nación.

Sin embargo, el rol de género de las Damas Católicas distinguía su acción política de la otras organizaciones católicas. Ellas, se encargarían principalmente de actuar por medio de la caridad a fin de reafirmar «los deberes católico-sociales» de la mujer, entre los que se encontraba la defensa de la devoción católica al interior del hogar. En este sentido, se concibió a la Dama Católica como la reproductora de los valores y papeles tradicionales de la mujer como «ángel del hogar».

Las Damas se organizaron en torno a tres grupos estructurados verticalmente. El primero estuvo compuesto por los «directores eclesiásticos» que dirigían la forma de trabajo y el camino a seguir de la organización. El segundo, se integró por las mujeres líderes de la asociación quienes pertenecían a las clases más altas de la sociedad de la ciudad de México. El tercero, que se agrupaba por las «abejas obreras» de la organizaciones y eran las mujeres quienes, desde sus colonias, realizaban el trabajo cotidiano en sus comunidades y templos.

En el presente mapa se presenta los espacios en los que las Damas Católicas trabajaron en torno a la revitalización de los templos, pero también en el fortalecimiento de la devoción católica. Se busca destacar la estrecha relación que establecieron con los párrocos locales, con quienes construyeron una serie de lazos de solidaridad a través de una serie de prácticas asociativas entre las que destacan: la instalación de asilos, escuelas para niños, escuelas para obreros, desarrollo de un modelo educativo catequístico y la promoción de ayuda humanitaria frente a la hambruna que se vivió en barrios y colonias de la ciudad durante los últimos años de la revolución mexicana.

Formar parte de las Damas Católicas o participar dentro de las actividades de la organización implicaba un reconocimiento de una posición de estatus moral en las comunidades, al mismo tiempo, se ingresaba a un sistema de protección y apoyo de mujer a mujer, se ofrecía ayuda y asesoría a mujeres solteras, solas, viudas o abandonadas, pues pertenecer a una asociación católica implicaba formar parte de un sistema cultural que pugnaba por proteger a mujeres, niños, enfermos y menesterosos frente a las desavenencias de la modernidad. En este sentido, se trata de analizar el espacio del templo religioso como un espacio vivo y activo, dedicado a construir redes de sociabilidad que buscan generar cohesión, identidad y compromiso en torno a la vida devocional de los barrios y colonias de la ciudad.

En este primer mapa, se señalan los puntos que corresponden en su mayoría a los templos donde las Damas tuvieron algún tipo de participación. Es rescatable que, La mayoría de las reuniones se llevaron a cabo en el Templo de la Profesa y en el edificio del Seminario Conciliar. En estos espacios se tomaron las decisiones más importantes de la organización, se definió su estructura interna, su funcionamiento y su identidad. Cabe señalar que dos de los tres principales centros de decisión se encontraban circunscritos espacialmente a la parroquia del Sagrario, que era el principal centro de poder eclesiástico. Es importante destacar que tanto La Profesa como el Seminario Conciliar se ubicaban en un punto estratégico de la Ciudad de México.

El estar cercanas a la Catedral simbolizaban un vínculo con el poder eclesiástico, convirtiendo este lugar en el espacio del poder central del arzobispado y desde ahí se extendería el área de influencia que abarcaría toda la ciudad: hacia el oriente, en las parroquias de Santa Cruz, San Sebastián y San Francisco Tepito donde se ubicaban las colonias más marginales de la ciudad actuaron con los programas de atención a la educación obrera. Hacia el poniente, en la parroquia de Santa Veracruz que atendió los barrios que sufrieron la pauperización urbana a raíz del abandono de las clases altas del centro de la ciudad, se instaló un asilo, se fundó una escuela para obreros y también se sostuvo el Colegio Josefino continuo al Templo de Santa Brígida. Al sur y sur poniente la acción se llevó a cabo hacia las vicarías de Campo Florido y del Sagrado Corazón de Jesús en particular en el barrio de la Romita que era uno de los espacios más pobres y peligrosos de la colonia Roma donde se instaló también escuela nocturna y un comedor para pobres.

[1] Knight, Revolución, 1996, vol. I, pp. 466-467.

[2] O’Dogherty, Urnas, 2001, p. 77.

[3] “Reglamento General de la Asociación de Damas Católicas Mexicanas”, México, julio de 1912, p.3.